En una visita oficial clave para la política exterior salvadoreña, el presidente Nayib Bukele sostuvo este lunes su primer encuentro bilateral con el entonces presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, en la Casa Blanca. La reunión, celebrada en el Despacho Oval, marcó un momento de alto simbolismo político y reafirmó el interés mutuo por fortalecer la cooperación en seguridad, desarrollo económico y migración.
Una llegada con protocolo de Estado
Bukele arribó a Washington acompañado por su esposa, Gabriela de Bukele, y una delegación de alto nivel integrada por la canciller de la República, Alexandra Hill Tinoco; el secretario jurídico de la Presidencia, Conan Castro; y el embajador salvadoreño en EE. UU., Ronald Johnson. A su llegada a la Casa Blanca, fue recibido con honores diplomáticos, incluyendo una formación del Cuerpo de Marines y la interpretación de los himnos nacionales. El presidente Trump lo saludó personalmente en el North Portico, dando inicio a una jornada que sería calificada por medios internacionales como “histórica”.
Temas centrales: seguridad, migración y cooperación económica
La agenda del encuentro giró en torno a temas sensibles de la relación bilateral, entre ellos el fortalecimiento de la seguridad regional, el combate al narcotráfico y el diseño de mecanismos para canalizar flujos migratorios de forma ordenada y legal.
Trump elogió abiertamente las acciones del gobierno salvadoreño en materia de seguridad y lucha contra la corrupción, afirmando que “El Salvador está haciendo cosas que la gente no creía posibles”. A su vez, Bukele reiteró su voluntad de actuar como un socio confiable de Estados Unidos: “Esta no es una relación de pedir, sino una alianza. Queremos ser socios de EE. UU., no mendigos”, enfatizó.
Una delegación con peso político y diplomático
El presidente salvadoreño estuvo acompañado por altos funcionarios de su gabinete de seguridad, en clara señal de la importancia asignada a los temas migratorios. Por parte de Estados Unidos, participaron figuras clave como el vicepresidente J.D. Vance, la fiscal general Pam Bondi y el secretario de Estado Marco Rubio, quien definió la relación con El Salvador como “un modelo de cooperación hemisférica”.
Casos sensibles: Abrego García y deportaciones masivas
Uno de los temas más polémicos abordados fue el del salvadoreño Kilmar Abrego García, deportado por error y vinculado sin pruebas formales a estructuras criminales. Bukele sostuvo que “no tiene el poder” de facilitar su regreso, desafiando una orden emitida por la Corte Suprema estadounidense. Trump, por su parte, dejó entrever que no insistirá en su repatriación, subrayando la “colaboración excepcional” con El Salvador.
Asimismo, se discutió la práctica de deportaciones masivas aplicadas bajo la antigua Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, a través de la cual Estados Unidos ha retornado a presuntos miembros de pandillas extranjeras. Bukele agradeció el aporte de 6 millones de dólares destinado al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), una prisión de máxima seguridad construida por su administración para albergar a reos de alta peligrosidad.
Acuerdos destacados de la reunión
-
Seguridad y combate al crimen organizado: EE. UU. y El Salvador acordaron reforzar el intercambio de inteligencia y programas de formación policial con fondos de USAID.
-
Atracción de inversión: Se abrieron espacios para que empresas estadounidenses inviertan en sectores estratégicos como infraestructura, energía y tecnología.
-
Migración y remesas: Aunque sin compromisos firmes, se discutió la posibilidad de formalizar canales de migración laboral y ampliar la vigencia del Estatus de Protección Temporal (TPS) para los salvadoreños en EE. UU.
-
Infraestructura carcelaria: Trump expresó su apoyo para ampliar instalaciones penitenciarias en El Salvador, argumentando la necesidad de “alojar criminales peligrosos” deportados desde su país.
La visita de Bukele fue interpretada por analistas como un giro en la estrategia migratoria de Estados Unidos, que pasa de una política de contención fronteriza a una de externalización del control migratorio, utilizando a socios regionales como El Salvador como primer muro de contención. El modelo salvadoreño —basado en cifras récord de reducción de homicidios— ha sido citado como ejemplo por la administración Trump, aunque no exento de críticas de organismos internacionales por presuntos abusos de derechos humanos.
Mientras Trump alabó el “liderazgo audaz” de Bukele y celebró el enfoque directo de su discurso, organizaciones de derechos humanos han advertido sobre los riesgos de una cooperación sin salvaguardas. En particular, señalan denuncias de detenciones arbitrarias y condiciones extremas en el CECOT, planteando posibles implicaciones legales tanto en tribunales estadounidenses como internacionales.
A futuro, se espera que el Departamento de Estado dé seguimiento a los acuerdos alcanzados mediante visitas diplomáticas de alto nivel a San Salvador, y que la Corte Suprema evalúe nuevos recursos en contra de las deportaciones bajo la ley de 1798. Todo esto, en el marco de un posible tratado migratorio hemisférico que se abordará en la próxima Cumbre de las Américas.