En respuesta a la prolongada guerra comercial con Estados Unidos, el gobierno chino ha implementado una serie de estrategias económicas, comerciales y tecnológicas que buscan mitigar el impacto de los aranceles, garantizar el crecimiento interno y fortalecer su autonomía productiva. Las tensiones entre ambas potencias han generado incertidumbre global, afectando cadenas de suministro, inversión extranjera y el comercio internacional.
Desde el inicio de las tensiones en 2018 bajo la administración de Donald Trump, que impuso aranceles a cientos de productos chinos valuados en miles de millones de dólares, el gobierno chino, liderado por Xi Jinping, ha adoptado un enfoque resiliente y progresivo.
Entre las principales medidas adoptadas por China destacan:
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Diversificación de mercados: Pekín ha intensificado sus relaciones comerciales con países de Asia, África y América Latina a través de iniciativas como la Franja y la Ruta, para reducir la dependencia del mercado estadounidense.
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Sustitución de importaciones y autosuficiencia tecnológica: Se han impulsado inversiones multimillonarias en sectores estratégicos como los semiconductores, la inteligencia artificial y las energías renovables, buscando disminuir la dependencia de tecnología extranjera.
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Apoyo al consumo interno: A través de incentivos fiscales, subsidios y políticas de estímulo, el gobierno ha buscado dinamizar la demanda interna como motor de crecimiento económico.
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Incentivos a la inversión extranjera directa: Aunque enfrenta tensiones con Occidente, China ha flexibilizado políticas para atraer inversión en sectores de alto valor agregado, promoviendo zonas económicas especiales y tratados comerciales bilaterales.
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Reforma estructural y monetaria: El Banco Popular de China ha implementado medidas como la reducción de tasas de interés y el ajuste del tipo de cambio del yuan para mantener la competitividad exportadora.
Analistas coinciden en que la guerra comercial ha acelerado la transformación del modelo económico chino, que busca pasar de ser la “fábrica del mundo” a una economía basada en la innovación, el valor agregado y la tecnología. Si bien algunos sectores manufactureros han sido golpeados, especialmente los exportadores, el país ha mostrado una notable capacidad de adaptación.
Según datos del Fondo Monetario Internacional, China logró mantener un crecimiento de alrededor del 5% anual durante los años más intensos del conflicto, lo cual evidencia su capacidad de resistencia ante presiones externas. No obstante, las tensiones con EE. UU. siguen latentes, especialmente en áreas como la seguridad digital, los derechos de propiedad intelectual y el acceso a mercados tecnológicos.